JERUSALÉN

Jerusalén Nevada
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Que bella es Jerusalén cuando nieva parece una novia contenta
todo es tranquilidad las discusiones desaparecen de los rostros
todas las guerras se olvidan en esta ciudad cargada de historia
de memorias intolerancias y templos que recuerdan todo el futuro.





1.
Veinte y siete años vivo en Jerusalén y todavía me parece un concepto, un sueño. Una idea en la que vive el pasado y el futuro, pero en la que el presente no puede penetrar. Aunque es en esta ciudad en la que vivo mi vida cotidiana, compro el pan, hablo con mis hijos, y declaro mi amor a mi mujer, todavía debajo de todo esto esta el Moisito de Tetuan, judío diasporico, judío sefardita, judío que sueña con la Jerusalén celeste. Todavía esta el sueño de mi bisabuelo, del año que viene en Jerusalén, y aunque aquí vivo es como si todavía esperara llegar a Jerusalén. Llegué pero todavia estoy llegando.
El nombre hebreo de la ciudad es Yerushalayim, forma no existente en lenguas latinas del dual, o sea que es el dual de la palabra que parece raramente en la Biblia Yerushalem. Hay dos Yerushalem: La terrestre y la celeste. La raíz del nombre es ver y shalem, que quiere decir lo entero, lo completo, así como la raíz de la palabra mas conocida, shalom: paz. En su origen se dice que se llamaba Ir Shalem, la ciudad de lo entero.
Por un lado esta a menos de cuarenta kilómetros del Mediterráneo, y por el oriente encuentra al desierto, en hebreo midbar, que viene de la raíz dabar, la palabra, el verbo. En el desierto es donde el pueblo de Israel escucha al verbo, a la palabra divina.
Pero todas las teorías son letras sobre papeles y la realidad en la que llegué a Israel hace ya 27 años es bastante diferente. Primero era el caos de la inmigración, y venia de una de las muchas ciudades que los judíos llamaban la Jerusalén pequeña, Tetuán, y a pocos meses de mi llegada a la ciudad estalló la guerra de Yom Kippur, todavía recuerdo las sirenas en el día mas santo y silencioso del judaísmo, día en el que no se ven coches por las calles, de pronto se vio lleno de camiones con tanques, y escuchando a los amigos de escuela Israelíes enorgulleciéndose de como íbamos a destruir a los sirios y a los egipcios, me sentía muy diasporico y asustado, como me lo transmitía mi madre, y como me los transmitieron muchas generaciones, de que los gentiles, o como los llamábamos, los Goyin, nos iban a destruir. Los coches tenían que viajar con las luces flojas y pintadas en azul de noche para que no se pudieran ver desde el cielo por un avión enemigo.
A esa Jerusalén celeste se iba muy pronto a ajuntar una decepción total, la muerte de mi hermano, en el mes de Noviembre, un mes y medio después de que comenzó la guerra. Ahora lo místico y la esperanza fueron heridos para siempre. Porque era sobre todo esta Jerusalén la que iba a curar a mi hermano, Ari, de su enfermedad de la que sufría ya seis años, desde que cunplio dos. ¿Cómo podía entonces Jerusalén no curar a mi hermano? esto parecía un contrato no cumplido, un ataque a la razón, a todo lo que esperaba de esta ciudad santa, ¿Cómo podía ser una ciudad santa y no curar a un niño enfermo que venia de la diáspora?
Hoy mismo al pensar en esto me acabo de dar cuenta de que vivo en la calle Yehuda, que era, ni mas ni menos, el segundo nombre de mi hermano Ari, nombrado igual que mi bisabuelo, Yehouda Hatchuel, que murió con mas de cien años. Todavía no sé lo que esto quiere decir, y pensar que vivo en esta calle hace dieciséis años. Uno ve todo menos lo que tiene en frente.
Mi reacción a la muerte de mi hermano, fue la de acercarme mas a la religión y en eso creo que también respondía a una necesidad de alejarme de los niños de mi edad, y no solo a buscar una respuesta a la pregunta de la muerte. Tres o cuatro años viví en ese ámbito de sinagogas y yeshivot, y era el alumno mas religioso de mi clase en la escuela religiosa en la que terminé el bachillerato.
Durante mucho tiempo existió la costumbre de judíos religiosos de venir en sus últimos días a Jerusalén para acabar aquí sus vidas y para ser enterrados en el monte de los olivos, en frente del templo, pues la tradición cuenta que el Mesías vendrá por ese cementerio y serán los primeros muertos resucitados. Se cuenta de un antepasado mio que hizo esto a principios del siglo diez y ocho, y en realidad es lo que vino a cumplir mi hermano a los ocho años. Mi abuelo, que tenía que llegar ese mismo año a Israel falleció justa antes y fue enterrado en Tetuán.2.
50 kilómetros separan a Tel Aviv de Jerusalén, pero son dos mundos separados. Tan separados, que cuando voy a Tel Aviv me preguntan frecuentemente como puedo vivir en Jerusalén. Son dos ciudades opuestas, Tel Aviv es el centro comercial del país, la ciudad material y donde se mueve todo el dinero. Jerusalén es la capital y los Jerusalimitanos son mucho mas pobres que los de otras ciudades, una gran parte de ellos son funcionarios del gobierno, después esta el treinta por ciento de la población que es Arabe y otro treinta por ciento que son los ultra ortodoxos, estos seres que parecen exóticos a los turistas, y se siguen vistiendo como se vestían los judíos polacos en el siglo pasado, son la antítesis del materialismo del resto del país. Optan deliberadamente por ser pobres, estudiar las leyes de la Tora y tener muchos hijos. Familias de 8 o nueve hijos son comunes en Mea Shearim y en los barrios religiosos de Jerusalén. Muy criticados por los intelectuales y la prensa Israelí, son sin embargo los que siguen conservando las costumbres de la religión judía como se practicaba en Europa antes del holocausto, y crean un ambiente de espiritualidad en la ciudad.
En Jerusalén, estos días de la intifada de El Aktza, pero no solo en ellos, sino durante todo el año, los conflictos de Israel se sienten cotidianamente, el conflicto entre árabes y judíos, pero no solo este, sino el conflicto entre lo religioso y lo laico, entre la modernidad y la antigüedad de este país. No por nada es el corazón de todas las noticias en el mundo. Solo a 50 kilómetros esta Tel Aviv, la ciudad judía, con muy pocos árabes en ella, casi toda la población laica, rasca cielos que cada día tienen mas pisos, y al entrar en ella uno puede pensar que esta en Chicago y que todo lo que pasa en las noticias no tiene nada que ver con esta ciudad y que esta en otro país.


3.

Un día normal en Jerusalén estos días de noviembre es como una de esas bombas que van a explotar. La calles casi desiertas, con menos coches y gente que en los sábados cuando muchos no viajan en coche, y los café casi vacíos. Siempre es en esta ciudad donde mas se siente el futuro, que no es nada positivo. A las doce me encuentro con mi editor, y una hora después en una llamada casual al móvil me dicen que ha habido un atentado en una calle cerca de mi casa, llamo a mi hijo y me cuenta que al salir de escuela vio muchos policías, pero no oyó ninguna explosión. Un poco mas tarde mi mujer me cuenta que por la radio no se ha dicho nada. Probablemente un paquete sospechoso, o cualquier otra cosa. A las tres mas o menos me voy a la piscina a nadar un poco y a bajar las tensiones, cuando vuelvo a mi casa a las seis, enciendo mi computadora y en el internet veo que la bomba exploto en otra ciudad, en Hederá, a 30 kilómetros de Tel Aviv. Es un ambiente de tensión continua, y parece como si las cosas solo van a empeorar. Espero, que como muchas otras veces sea yo el que me equivoco.

4.
Y acabare con algo político. Frecuentemente me preguntan si no podría ser Jerusalén capital de dos paises. Aparte de que creo que ciudades solo se dividen después de guerras y no como acuerdo de paz, me parece que Israel se equivoco al crear su capital en Jerusalén, y en cualquier acuerdo lo mejor sería que Jerusalén no fuese la capital de ningún país. Jerusalén es una ciudad espiritual, y mejor seria alejarla lo máximo posible de la política. De todas formas será siempre la capital espiritual del mundo.



Jerusalén 22 noviembre 2000



Publicado en Clarín.

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